jueves, 9 de junio de 2016

Mi nombre

Hasta mi respiración guarda silencio cuando tu boca pronuncia mi nombre.
Hasta mis manos dejan de moverse nerviosas.
Hasta mis pies encuentran el rumbo que habían estado buscando, desesperados.
Hasta mis ojos, grandes, cafés, llenos de recuerdos, se quedan quietos sin saber pa´ donde voltear.


Nosotros

Estoy sentada en la silla más incómoda de mi casa. La ventana de la sala está abierta y el viento se cuela por ahí a veces dulce, a veces violento. Pienso mucho en ti y en todo el enojo que tengo para ti en mi pecho. Por qué esperabas tanto de mi ¿qué no sabes que uno nunca es lo que el otro espera? ¿qué no sabes que es de malísima educación esperar? Ya estas grande para andar haciendo esas cosas.

Volteo al espejo del pasillo y veo a alguien con la cara muy seria y el cuerpo muy tenso. Esa no puedo ser yo, yo me río siempre y mi postura es más desenfadada. Yo no tengo el ceño fruncido ni la boca apretada. Además yo tengo las dos manos y la piel más caliente.

Luego recuerdo que mis manos, cuando te fuiste, se quisieron ir contigo, les gustaba estar tomadas de las tuyas, les gustaba que las agarraras con tanta seguridad como si siempre supieras a donde llevarme, a donde llevarlas, a donde llevarnos. También ya me acordé que te llevaste el calor de mi piel que ahora enseña las grietas todo el tiempo. El tiempo. Ese también te lo llevaste, por más que quise negociar, no cediste ni un segundo, lo quisiste todo para ti. Como si lo hubieras invertido todo tú, como si yo hubiera sido solamente una espectadora de nosotros. Nosotros. Eso ni lo discuto porque nunca existió. Siempre hacíamos planes, muchos planes, pero ninguno se concreto. Como este texto.