domingo, 4 de octubre de 2015

Finjo

Abro los ojos y te veo a mi lado, en un sueño profundo. Me quedo observándote, intentando adivinar tus sueños. Que lo hacíamos en un río antes de ahogarme con todas tus fuerzas como el lunes pasado. O que corríamos a carcajadas en las escaleras de la Latino, tratando de huir de la bomba que juntos habíamos colocado en el último piso. Como hace tres semanas. Qué romántico que eres.

Yo en cambio te observo dormir y siento unas ganas tremendas de ahogarte con la almohada en la cara, sentarme en ella como me siento casi siempre pero sin la almohada entre y hasta lo disfrutaría más. Créeme. Lo imagino con tanto detalle que tengo que levantarme de la cama e ir a poner café a la cocina para no hacerlo de verdad.

Sirvo agua en la tetera, prendo la estufa con la llama bien alta y coloco las cinco cucharadas de café en la prensa. Camino en calzones hacia la sala para abrir las ventanas y que entre el sol, que entre el sol y me caliente la piel, la mirada, la sangre, el corazón. El corazón que según tú es bien grande pero no alcanzas a ver que es tan pequeño que ni tú has logrado entrar. Eso crees porque lo que hago muy bien es fingir.

Finjo que me importas y te llamo todos los días a las tres mientras me fumo un cigarro afuera de mi oficina y te pregunto ¿cómo va tu día?; finjo que pienso en ti porque te hago dibujos los sábados mientras estas en clase, luego los escondo en tus cajones para sorprenderte; finjo que te cuido porque te pongo las sobras del bloqueador que uso cada mañana; finjo que me excitas porque gimo con tus caricias y tus besos y tu manera tan desenfrenada de cogerme.

Finjo que soy la mujer ideal para ti porque te he estudiado, te observo, se lo que quieres, lo que necesitas y me encanta que no te des cuenta que estoy fingiendo.

La otra vez casi me cachas porque no te escribí en todo el día. Y es que ese día lo disfrute tanto leyendo Joyce y Sabines y escribiendo sobre ti que ni siquiera me acordé de fingir.

Escribí sobre ti.

Sobre tus ojos oscuros con tantas pestañas.
Sobre tu cabello quebrado y grueso que no se peina fácil ni te interesa hacerlo.
Sobre tus lunares que seguro si uno, forman un escorpión.
Sobre tus labios bondadosos que me hacen sentir de verdad.
Sobre tus manos que me excitan nada más de mirarlas.
Sobre tu cuello lleno de mis besos fingidos.
Sobre tus palabras bonitas y bien acomodadas.
Sobre tus chistes malos que me hacen reír hasta que me duele la panza.
Sobre tus enojos tontos que te hacen ver tan guapo y ridículo.

Finjo que finjo porque ojalá pudiera quitarme el miedo a que me hagas daño y dejarme caer en tus manos para que me destroces como quieras. Tal vez ya lo hice y ni cuenta me he dado. Ni tú.
Y ya nos dejamos caer uno en las manos del otro para dejarnos destrozar como sólo el amor lo sabe hacer.