martes, 13 de julio de 2010

Crónica de un te toco.

Entro
despacito, bien despacito
como si en cualquier momento, cualquier ruido me fuera a hacer retroceder
casi sin respirar para escuchar cualquier ruido que pueda darme pistas de ti
las pistas de ti me las das tu, me las da tu olor, me las da tu respiración inconfundible
esa que tanto extrañé.
Entonces me agacho, para que la luz no llame a mi sombra entonces haga mal tercio
y entonces te buscan mis manos que son las más ansiosas de ti... ok hay más partes en mi que les ganan de ansias pero hay niños leyendo. Supongo.
¡Y la escucho! y dejo de respirar de la emoción y vuelvo a respirar porque sino me ahogo, también de la emoción y corro de puntitas hacía ti, tu calor esta tan cerca, tu piel acaramelada esta tan cerca de sentir las cosquillas que mi yemas quieren hacerle, que se mueren por hacerle.
Tan cerca de sentir mi vaho, de escuchar las palabras tan sucias que después habrá que lavar, o no.
Pero entonces un azotón de puerta me despierta. Eres tu que te vas sin despedir. Adiós pues, adiós.

De haber sabido hubiera yo bebido el agua de ese vaso como si de estar en el desierto se tratara.
Hubiera yo inventado una manera de beber a cuenta gotas.
Te hubiera saltado encima en agradecimiento por el último vaso de agua que me traías a media noche. ¿O lo hice?
Y es que pensándolo bien, podré encontrar quien me amé, incluso mas sabroso que tú, quien me coja, incluso más rico que tú, quien me vista, quien me cuelgue el teléfono con más razón que tú, quien me desvista, quien me meta a la cama, quien me saque de ella. Pero quien se levante en la madrugada para ir a la cocina y traerme un vaso con agua... ¿de dónde putas voy a encontrar a alguien? No se. De haber sabido lo pensaba bien antes de terminar contigo, antes de irme y dejarte. Claro, esto si no te hubieras tú antes, si no me hubieras dejado tu antes.