sábado, 28 de octubre de 2017

El tiempo como Brahma

Dejamos todo en manos del tiempo como si de él y sólo de él dependiera nuestra sanación, nuestro aprendizaje, que nos ocurran los milagros, que nos escuche dios o nuestro crush nos pele por fin.
Dejamos todo al tiempo porque es nuestro dios, el verdadero, el que más respuestas creemos que nos ha dado, el que nos enseña de procesos, de construcción, de olvido y de perdón aunque luego, no muy tarde, se nos olvida.

Me imagino al tiempo como Brahma, sólo así podría ser posible la idea de que todos dejemos todo en sus manos. Incluso así, todas las manos que tiene deben estar ocupadas, sin lugar a más. Las oficinas del tiempo, por ejemplo, han de ser lugares con filas enormes de personas confundidísimas quejándose por la ineptitud de los empleados, De victimas buscando que les solucionen la vida el amor, la carrera, los deseos, los traumas, las enfermedades y las ideas.

El tiempo lo cura todo. Pero no es el tiempo solo en su oficina encerrado frente a su computadora moviéndole y picándole botones que nos cambien configuraciones y nos hagan sentir y pensar y actuar distinto. Somos nosotros con nuestras persecuciones y sufrimientos y enseñanzas y tropezones. Somos nosotros con nuestra visión más amplía y nuestros brazos más fuertes y nuestros prejuicios nuevos. Somos nosotros con nuestras nuevas definiciones, otras heridas y callos. Porque si por el tiempo fuera, podríamos sentarnos en la silla más cómoda del mundo, no hacer nada y ver el mundo pasar mientras abrazamos fuerte todo eso que deseamos fervientemente que suceda.

lunes, 19 de junio de 2017

Se sobrevive en la intimidad

¿Quién eres? ¿cómo estas? ¿te sientes bien?
Quién sabe cómo se contestan estas preguntas que tanto nos repetimos como merolicos entre todos y fingimos contestar con palabras vagas que ni nos detenemos a escuchar.
Qué importa quiénes seamos, ni cómo estemos ni si estamos bien.
Importa con quién estamos siendo, 
con quién estamos estando,
con quien nos sentimos.

Hay un lugar donde ser y estar y sentirse y ser, ser, ser.
Donde qué importa si lloras mientras te metes un pedazo de carne asada a la boca porque está sonando una canción que habla de cómo se siente alguien que te importa mucho y tuvo el valor de decirlo en voz alta y tú la fortuna de escucharlo detenidamente.

Donde te reciben con mucha sorpresa y aplausos a pesar de que vienes de malas porque tus hormonas están de la chingada y no hallas como decirlo ni quieres pero qué importa, igual te abrazan y te invitan a jugar Continental y te sirven lo que gustes y que la botanita y que el amor que te doy con todos estos abrazos y que te ves hermosa aunque la verdad no pero qué importa.

Donde si cuentas que no dormiste bien, es tema importante del desayuno y tratan de remediarlo la noche siguiente.

Donde es bendición que te pasen las cosas, esas a las que más, más les temes porque están ellos para no verte llorar o sí verte, para abrazarte y decirte que todo estará bien aunque no sepan si sí pero eso es lo que necesitas escuchar.

Dónde eres ese ser que detestas y te avergüenza pero no tanto porque están ellos que a pesar de eso, te ven, te abrazan, te disfrutan y te quieren cerca.

Donde te fortaleces porque ves que no lo estas haciendo tan mal, donde puedes ejercitar tu paciencia y tu amor incondicional, donde, siempre que estoy ahí pienso que puede pasar lo que sea, si los tengo a ellos, que venga lo que sea, que con todo podemos. O no, pero nos tenemos y eso hace mejor cualquier situación peor.

Donde nos observamos unos a otros y en silencio agradezco esos momentos porque es con ellos con quien esta mi primera intimidad y que es muy nuevo para mi porque mucho tiempo lo negué.

Donde no me cabe ni un poquito de duda de la existencia de Dios porque lo veo claramente en cada uno de ellos, los que me conforman el corazón, ellos, mi familia.

Llevo mucho tiempo cuestionándola y no dejaré de hacerlo porque así nos definimos, pero ahorita, ahorita, es tiempo de decirles que muchas gracias por la protección y la fortaleza y el amor y los errores y las risas y las papas asadas y el cerialito con leche y las lágrimas y el repelente y los trucos en la alberca y los ridículos y los gritos y la intimidad, la intimidad y la tanta felicidad de tenerlos. Gracias.

martes, 4 de abril de 2017

Porque de heridas nos seguiremos llenando

Para ver al amor hay que ser paciente.

Ya van varias semanas que adentro me habita una tranquilidad que no conocía, algo diciéndome que no todo va a estar bien, que siempre va a haber algo desacomodado, algo que punce, algo que reparar, algo incómodo y que está bien, de eso se trata.

Una tranquilidad que me guía lejos de quien me transmite la persecución de la que he sido víctima y victimaria durante tanto tiempo. Cuando alguien se diagnostica de obsesiones compulsivas, se relaja y empieza a voltear a ver el entorno dejando libres los pensamientos. Poco a poco voy soltando las ideas con las que gustaba de atormentarme para darle cabida a nuevas, tampoco es que sea una persona completamente nueva.

No se trata de no saber amar si no de hacerlo de la manera más bondadosa. Porque de heridas nos seguiremos llenando incluso encima de las que apenas están cicatrizando, nos hace falta paciencia y curiosidad para afinar el lente con el que nos miramos en búsqueda de las astillas que alguna vez por las prisas o la vista gorda nos clavamos por ahí, en el camino. Basta con esas dos cualidades para ir midiéndole el agua a los camotes y saber que estamos mejor que antes.

Ojalá siempre nos guíen los anhelos y no los deseos, ojalá disminuyan los juicios y análisis racionales de todo cuanto nos pasa en frente para aprender a ir por eso que nos voltea la panza y nos hace sentir el corazón hinchado y lleno de sangre.

Ojalá la tranquilidad prevalezca a pesar de mi, de ti y de todos los diagnósticos de salud mental.